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diumenge, 29 de juny del 2014

ESTA VEZ, UNA DE TIRAR CORCHOS...

Mi amigo coleccionista, que como yo ya tiene una edad, es abuelo. No hay nada tan conmovedor como que un nieto empiece a “interesarse”  por las armas (de aire comprimido, en este caso) que uno colecciona con cariño. Ante tal interés, mi amigo no pudo resistir la tentación de regalarle al nietecito una “escopeta de corchos”... Pero como amante de los fierros añejos, no podía comprarle un “arma” de plástico de las que se encuentran en cualquier parada de juguetes en cualquier feria. Como había adquirido, tiempo ha,  una Haenel X que precisamente posee las características idóneas para un mozo de corta edad, decidió obsequiársela... Pero estaba en tan mal estado que resultaba imposible si quería quedar como un abuelo-abuelo...

Y decidió acercarse a mi cuchitril con el fierro para ver si se lo adecentaba...


Tenía mal aspecto, le faltaba el guardamonte y no expulsaba los tapones por falta de fuerza...


El día que me la trajo, hablamos largo y tendido  y acordamos que se  la pondría en funcionamiento y que me cuidaría de que se la cromaran pues estaba dispuesto a gastarse un dinerillo para el nieto querido,  pero deseaba que quedara “como nueva”.
Le advertí que a diferencia de tiempo atrás, ahora dispongo de pocas horas para la afición y que la restauración sería lenta, que no esperara rapidez, pues lo haría “a ratos” y cuando pudiera. Dijo que de acuerdo, pues el nieto era muy pequeño aún y casi mejor que creciera algo...
Cuando examiné el juguete me di cuenta que había sido hecho para no desmontarlo “completamente” nunca más, pues la báscula iba fijada a la culata por unos remaches. Si quería cromar las piezas metálicas tenía que desmontar todo y por lo tanto no había más remedio que intervenir invasivamente y a fondo.
Mediante taladro, comí una parte de los remaches y los saqué:


Y en un rato, tenía ante mi mesa un montón de “chatarra”:


Estas piezas cubiertas de robín las limpié a base de sumergirlas unas horas en un desoxidante comercial que se adquiere en la ferretería. Luego las piezas exteriores las llevé a una empresa que se dedican a cromar (especialmente piezas para restauración, que si bien lo trabajan con mimo, son muy caros -lo comprobé, tarde, al retirarlas-).
En cuanto a la culata, que no estaba en muy mal estado, bastó con una lijada a conciencia para no perder la inscripción de la fecha de fabricación (supongo): un día de octubre del año 31, nada más y nada menos...



A continuación una buena capa de barniz para parquet (para que resista los maltratos del enano) y una pasada de estropajo verde para matarle el brillo excesivo que no me gustaba del todo.


Tras unos quince días de espera, pude retirar las piezas del taller de cromado.


Olvidé decir que para sustituir los remaches destrozados al desmontar, fabriqué unos pasadores con tornillo en un extremo que se aprieta mediante una “llave especial” (de fabricación casera a partir  de unos pedazos de sierra para metales) para que no sea fácil desmontar. Poniendo algo de fijador en las roscar podemos decir que tenemos algo casi tan “definitivo”  como un remache, pero que en un momento dado se puede retirar. En cuanto al guardamonte, fue simplemente cortar una tira de chapa adecuada y formarle los anclajes según pedían los puntos de fijación.



Volver a montar fue tan fácil o tan difícil como recordar los pasos dados para desmontar hacía unas semanas y desandarlos. De hecho, son una serie de tubos uno dentro de otro que se aguantan sólo por su buen diseño, sin tornillo de ninguna clase.


Solo cambié una serie de arandelas (3) de cuero que hacían la función de puerto de transferencia por una pieza de poliuretano que mecanicé en el torno que propició que quedara todo mejor fijado, pues el cuero reseco por los años entraba algo suelto y ni bañándolo en aceite daba garantías.


El resto, sin problemas fue quedando en su lugar y los pasadores con tornillo de remate originales (como los que me fabriqué para sustituir los remaches, pero con ranura de destornillador plano normal) lo fijaron todo.




De manera, que el juguete se quiebra para montar, cual escopeta para cartuchos de caza de un cañón:


Y para recreo de la vista y hacerse una opinión de lo contento que va a ponerse el chaval, ahí una cuantas fotos:





















diumenge, 6 d’abril del 2014

ATASCO EN ANSCHUTZ 275

Ha llegado a mis manos una carabina Anschutz modelo 275 que es casi lo mismo que la Haenel 310.




Es un arma que imita un fusil militar (hasta cierto punto), es de cañón fijo y para montar tiene una especie de cerrojo que sirve para comprimir el muelle. Si no estuviera colocado tan adelantado daría mucho más la sensación de fusil militar, pero claro la colocación es obligada por el muelle. Los proyectiles, únicamente esféricos, son suministrados por un diminuto cargador que posee en la parte inferior y deben ser de calibre 4.4 mm. tal como advierte una inscripción. Es una munición rara en nuestro país y parece ser que se consigue sólo en Alemania.


La avería que presenta es que monta normalmente, pero no admite el proyectil que tiene a punto en el mini-cargador y en cuanto lo disparas produce un sonido sordo a modo de ploff que parece indicar un atoramiento de bola/s en el cañón… Le pregunto a su propietario si usa munición de 4.4 mm., como es preceptivo en este arma, en lugar de la más corriente de 4.5 y me contesta que naturalmente que si.

Para solventar el contratiempo procedo a desmontar las tripas del riflito y de paso hago una serie de fotos para que puedan servir de orientación a alguien con un arma parecida.

Lo primero, es quitar el diminuto cargador que va sujeto por una palanca y a continuación hay que desenroscar los tres tornillos que posee en su parte inferior.




Tras esto, nos quedamos con la culata separada del cuerpo metálico.


A continuación con un botador  de tamaño adecuado procedo a retirar el pasador elástico de la parte más adelantada y que sujeta a la carcasa la parte no móvil del conjunto muelle-sello-tubo insuflador. Así queda suelto el conjunto, pero para extraerlo hay que quitar la palanca cerrojo que lo atraviesa y lógicamente el tapón posterior. Y para comodidad también el disparador…


Luego procedo a remover el pasador de la palanca-cerrojo y a continuación el segundo  pasador elástico que fija el tapón trasero que contiene la palanca del seguro. No es necesario seguir este orden a la hora de quitar los tres pasadores, pero hasta que se sueltan los tres no podemos despiezar las entrañas del arma.



A continuación con un botador más fino quito el pasador que fija el disparador.


Con todas las piezas retiradas podemos proceder a extraer el conjunto interno que contiene el muelle a poca presión, el sello y el tubo que además de ser el encargado de arrastrar el proyectil desde el cargador al cañón, sopla el aire detrás de éste para que eche a andar.


En este punto ya estoy en disposición de escrutar el cañón y como no se ve ni pizca de luz a su través, con una varilla de latón y empujando desde la boca de fuego consigo que salgan los tres magníficos balines esféricos que se aprecian en la foto.


Para salir de dudas, mediante un Palmer procedo a calibrarlos. Y uno me da un valor de 4.39 mm., otro 4.38 y el tercero 4.42. ¡Tate! Ya lo tengo… Este es el culpable del atoramiento. Pero en seguida me asoma la extrañeza de que la fuerza (aun que escasa) del arma no haya podido empujar el proyectil por esas dos centésimas de exceso que posee… Y a continuación a modo de prueba, acerco a las bolas un imán que tengo a mano en el taller y ¡oh, sorpresa! Los esféricos proyectiles se quedan prendidos al elemento magnético.

O sea, que el propietario, si que usaba munición subcalibrada, de 4.4, pero al ser de acero y no de plomo, la mínima desigualdad, por exceso, en el diámetro, provoca inexorablemente el atasco porque el acero no se amolda nada con la poca presión que ejerce el sistema de empuje de este arma.

Bueno, hasta aquí los pasos sencillos para llegar a desentrañar el misterio del atoramiento, pero ahora hay que re-montar todo para que siga siendo un arma curiosa plenamente operativa.

En primer lugar, de una tabla de madera de 9 mm. de grosor, corto un pedazo de 80x24 milímetros.


Fijando el tope central en el tornillo de banco y empujando con fuerza comprimiendo el muelle, introduzco la tabla dentro del espacio por el que discurre la palanca de carga-cerrojo.


Procurando que la madera quede centrada es posible introducir el conjunto dentro de la cámara de potencia sin demasiados problemas y como se mantiene el muelle comprimido, no es complicado insertar el pasador elástico delantero que sujeta la parte no móvil del conjunto.




A continuación habría que reposicionar la palanca-cerrojo, pero como su espacio está ocupado por la pieza de madera que mantiene el muelle comprimido, debemos buscar una manera alternativa de mantenerlo así, pero pudiendo retirar el taco de madera.
La forma que se me ocurrió es acabar de comprimir a tope el resorte y hacer que el disparador enganche (montar el arma, vamos) para lo que necesitamos tener el gatillo en su lugar.

Procedemos, por lo tanto a recolocar el conjunto gatillo y fijarlo con su correspondiente pasador, que con algo de habilidad, es relativamente fácil.


Lo siguiente si que tiene su intríngulis…: Montar el arma sin la palanca-cerrojo.

Dependerá de los medios a nuestro alcance. En mi caso, que poseo un tallercito relativamente equipado para el mantenimiento de maquinaria, he podido usar unos alicates de los de extraer anillos de presión exteriores. O sea una herramienta que al apretar los mangos, sus puntas se abren en lugar de cerrarse como en unos alicate de punta corrientes.


Como se que no todo el mundo tendrá a mano una herramienta de este tipo, he comprobado que también se puede montar apoyando la madera, previamente algo ladeada, en el canto de una mesa y… ¡Mucho cuidado!

Tal que así:



Una vez el arma montada, hay que proceder con precaución de no tocar el gatillo pues no tenemos seguro ninguno. Y procederemos a instalar la palanca-cerrojo en el hueco que ha dejado libre la madera.

Como dentro de la palanca va una pieza empujada por un muelle es complicado alinearlo todo e introducir el  pasador. El sistema que he usado consiste en fabricarse un falso pasado más corto que el original (10 milímetros, que equivalen al grosor de la palanca), y del mismo diámetro que el original (7 milímetros). Reconozco que puede no ser fácil encontrar una varilla de 7 mm. para cortar un trozo…

En la foto, es lo que señalo con la flecha roja.


Así, con la palanca y su dado macizo interior empujado por un resorte, fijados con el pasador provisional, lo introducimos todo en su sitio, lo alineamos con los agujeros de las orejetas y empezamos a introducir el pasador original, mientras, al mismo tiempo, se va retirando el de 10 milímetros, hasta que cae y el otro se queda perfectamente colocado.


A partir de aquí, ya solo nos queda colocar el tapón-seguro con su pasador elástico. Hay que poner atención que la palanca del seguro quede hacia arriba para que actúe correctamente, pues si quedara en la orientación contraria, además de no actuar como seguro, nos impediría volver a montar el hierro en la culata. Cosa que haremos a continuación sin mayores problemas tras apretar los tres tornillos que hemos sacado en primer lugar.



Esto es todo. Espero que ayude a alguien…