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dissabte, 30 de novembre del 2024

GIFFARD CARBONA - Adaptación para tirar con powerlets de 12 gramos

 A los coleccionistas de armas de aire comprimido que, además de ávidos de atesorar piezas, nos gusta usarlas, o como mínimo tenerlas en disposición de ser usadas, siempre nos encontramos con dificultades técnicas. Va incluido en la afición. Y diría que forma parte del goce de coleccionar.


Las armas Giffard Carbona que son muy interesantes y no muy abundantes, para ponerlas “en marcha”, como mínimo necesitan de un cambio del sello de la válvula del depósito de co2, originalmente de una especie de caucho que se reseca y resquebraja con el tiempo, por uno de poliuretano fabricado exprofeso, además de comprobar que no tienen faltantes grabes en sus mecanismos.


Llenar el depósito desde una garrafa nodriza, comporta proveerse de una conexión adecuada, no existente en el “mercado” y, por lo tanto, hay que buscar quien la haga en un torno. Luego hay que proveerse del co2 a granel en forma de un extintor de este gas, una bombona de gasificar refrescos en los bares o una de tipo industrial. Todo algo complicado de conseguir para quien no tenga los contactos adecuados.


Otra solución es la que en foros de aficionados se suele apuntar, que es adaptar algún tipo de bombona destinada a las armas de co2 que se pueden adquirir en armerías u otros comercios. 


Si bien tengo más o menos solucionado el sistema de llenado de los depósitos originales, me apetecía buscar una forma de conseguir tirar con los cartuchos de 12 gramos clásicos, conocidos como powerlets.


Pensé en reproducir el propio depósito original y dado que el largo era suficiente, poner dos cartuchos en vez de uno, tal como funcionan algunas armas en el mercado actualmente. Esto permitiría tener unos 24 gramos disponibles, muy lejos de los prácticamente 100 que puede albergar el depósito original, pero suficiente para quitarnos las ganas de probar nuestra reliquia de vez en cuando…


Los primeros intentos procurando diseñar un depósito a partir de las roscas de las cuales dispongo de machos y terrajas se me complicaron demasiado y decidí ir a lo seguro. 


Tengo un torno de sobremesa de esos chinos, no muy capaz y tampoco de los más modernos. Había hecho alguna roscas con resultados regulares, pero decidí que me resultaría muy instructivo para aprender, roscar lo que hiciera falta, con paciencia y procurando no hacer demasiados estropicios.



Para empezar, decidí reproducir a la décima el tapón del depósito que conecta este con el arma, así no habría problemas de graduaciones para conseguir que tirara como de origen, siempre y cuando encontrara un muelle parecido al original y las piezas que forman la válvula fueran un calco de las originales también. Lo conseguí al extremo que es intercambiable perfectamente con el original.



La rosca que conecta el tapón del depósito con la carabina es estándar Métrica 20x2 y no representó demasiados problemas aparte de que es un poco grande para tan poca máquina y tuve que ir quitando material de a poco mediante finas pasadas, pero llegué a buen puerto.


La que rosca el dicho tapón con el cuerpo del depósito fue otra historia. No es una rosca estándar, es un “invento” de los que parieron el arma: Métrica 27x1. O sea, que el diámetro exterior es de 27 milímetros y de cresta a cresta de la rosca mide 1 mm. De hecho es un buen diseño, pues los 27 milímetros son adecuados para conseguir que la capacidad de la cámara de la válvula sea lo más grande posible y el paso de un milímetro es muy adecuado para conseguir estanqueidad con la simple ayuda de un poco de sellante hidráulico.


Hay que decir que como no dispongo de fresadora, las caras del octógono (no es hexágono como sería normal) para roscar el depósito al arma, mediante llave de 27 mm. (rarilla también, que venía de origen, pero yo no tengo) las tallé a lima con paciencia y arte.



Esto son las “tripas” del depósito original: Procuré reproducirlo todo con la salvedad de que la pieza que aguanta el muelle y se apoya en el resalte que tiene el depósito original fue sustituida por una que queda fija mediante introducción forzada por dilatación del depósito por calor y que una vez frío “atrapó” el disco. Esto es para que al enroscar el tapón trasero y hacer fuerza para pinchar las bombonas o powerlets, no ceda.

 


El interior del nuevo depósito queda así: 



A partir de aquí, podemos decir que es creación propia.El cuerpo del depósito propiamente dicho, es agujereado mediante brocas a 18,5 milímetros y luego mediante escariador, llevado a 19 mm. para que quedara una superficie lisa y que mediante las juntas tóricas produjera una estanqueidad suficiente.



Los powerlets miden algo menos de 19 milímetros de diámetro y por lo tanto pueden circular libremente. Van a ir enfrentador por “la boca”, o sea que el culo de uno apoyará en el disco descrito anteriormente y el del otro será empujado por el tapón al roscarlo. 



En el centro de los dos cartuchos va un disco de aluminio que tiene inserto a presión un pincho doble de acero templado que al ser apretados uno contra otro los powerlets, los perfora y permie que el gas fluya en todo el interior del depósito y sea contenido por las juntas que tiene el tapón y que ajustan desde el moment que empezamos a enroscarlo (antes de que los pinchos perforen) Así es como queda antes del “embellecimiento" exterior.



El tapón que cierra el conjunto, va roscado a Métrica 22x1,5, una rosca que funciona bien pero que decidí usarla porque tengo la terraja adecuada y me ahorraba acabarla en el torno, pues solo la marqué con unas pasadas y luego la acabé con la matriz. Podría haber sido otra sin problema.


Una vez montado procedo a tornear los rebajes parecidos al original y el moleteado (o grafilado, como decimos por aquí). 



A la medida de largo adecuado, procedo al redondeado del extremo y posteriormente a cortar el tetón sobrante y limado y pulido del extremo.



Esta es la disposición que queda finalmente a falta de pavonar y montar:



El pavonado lo hago en frio, con un pavonador industrial (comprado en garrafasde10 litros), pero haciendo lo que a base de prueba-error he visto que funciona bien:
Caliento la pieza a unos 250 grados o algo más, creo (no tengo medios para medirlo, pero lo pongo a un color amarillo oscuro, camino de tornarse azulado) y luego lo introduzco en la solución diluida en agua (1+10) unos minutos hasta que queda un color intenso. Luego lo enjuago en agua corriente unas cuantas veces renovándola, seco con aire y aceito abundantemente en un aceite mineral limpio.


Cabe decir que antes del proceso de pavonado hay que desengrasar bien. Yo sumerjo las piezas en alcohol isopropílico.Este proceso me ha dado bastantes buenos resultados, no diré que como el pavonado químico en caliente, pero para armas que no van a tener un uso intensivo es más que suficiente.


Y así quedó el invento.



Hay que decir que a fin de asegurar la estanqueidad, tallé dos ranuras y puse dos juntas tóricas en el tapón.



Ahora en un momento dado podré pegar unos tiros sin necesidad de cargar alguno de los dos depósitos originales, simplemente comprando unos powerlets.



 Además casi nadie apreciará que no tiro con un depósito original (salvo que sopese el arma, pues este es bastanta más pesado que los otros, pues tiene paredes más gruesas…)





diumenge, 3 de març del 2024

RESTAURACION POCO AGRESIVA

A los aficionados a las armas antiguas o a cualquier antigüedad “de acero”, si vienen con un acabado al pavón, se nos presenta el dilema de como restaurarlas. 

 Hay posibilidades varias y dependiendo de su estado de deterioro, del uso que vayamos a darles, del valor histórico/sentimental que tengan, de gustos, y más, deberemos elegir. Optar por repavonar es una opción, que a su vez puede hacerse de varias maneras. En frio, para armas de no mucho valor o de piezar pequeñas sin demasiada importancia, al calor y aceite en sus varias modalidades, también para piezas pequeñas y no muy expuestas a desgaste, en baño caliente de sales (sosa, nitrato potásico u otros) para armas que pretendamos que “parezcan nuevas), el sistema lento y meritorio de oxidar mediante un ácido por ejemplo y a continuación pulir, durante varios días, para al final hervir, que sería indicado para armas de una cierta entigüedad y por lo tanto sería parecido al de origen, y varios etcéteras, parecidos o derivados de alguno de los citados, y más… 

 Pero hay quien en ocasiones, prima conservar el pavón existente para conseguir mantener la pátina que el tiempo le ha proporcionado a la pieza. 

 Hemos oido cantidad de veces que lo mejor es frotar cuidadosamente con lana de acero embebida en aceite, las manchas de óxido para quitarlo lo más que se pueda, procurando dañar lo mínimo las partes pavonadas exentas de robín. Y no es mala solución, especialmente si las manchas son pocas y bien localizadas, pero resulta muy difícil evitar que el pavón existente pierda intensidad en las zonas aledañas a las citadas manchas. 

 Tomando ideas de aquí y de allá, he llegado a la técnica que me propongo explicarles. En estos momentos no tengo a mano ningún arma restaurable para mostrar el proceso, pero en su defecto utilizaré unos alicates de puntas redondas que llegaron a mi poder y me gustaría conservar lo más originales posible. Como se puede ver tienen una buenas manchas que son profundas pero distantes entre ellas, o sea que no es una oxidación uniforme. Hay quien pretendería que quedaran “como nuevas” y puliría hasta extremos ilógicos para hacer desaparecer los cráteres que ha producido el robín y luego pavonaría de nuevo con su método preferido.

Yo, en este caso pretendo parar la oxidación, limpiar los agujeros lo máximo posible y que queden pavonados para que no desentonen. Luego las colgaré al lado de otras herramientas añejas que he ido recolectando. No serán una herramienta de uso, ya tengo otras de factura actual para mi mini-taller… 


 Procedo al hervido durante una media hora aproximadamente: A continuación, el secado, que es casi automático al sacarlas del baño calientes, con un simple trapo. Y luego pulo las superficies que presentan el óxido desleído, ya no es un óxido agarrado a la superfície, sino un polvillo anaranjado que sale relativamente bien.

 

Para este fin uso una rueda-cepillo de alambre de latón, (creo) finísimo. Intentando apreciar el grosor con un palmer convencional creo que medirá como media décima de milímetro (0,05 mm.)

 

Una vez limpio todo de óxido, un poco de aceite aplicado generosamente asegurará la durabilidad del pavón, que por cierto ha sustituido las superficies que ocupaba el orín aun que no haya nivelado los cráteres, claro. 

O sea que se notarán los años y las vicisitudes que ha resistido la herramienta, pero el negro será más uniforme que si hubiera procedido a restregar con lana de acero y aceite. Esta es una buena forma de conservar la pátina que los años han depositado sobre nuestros objetos añejos que tanto apreciamos, cuanto más edad tenemos, más. 

 La explicación es lógica. Los primeros pavonados se supone que los realizó alguien que hirvió por accidente una herramienta que se había oxidado y, oh milagro, se volvió negra… A partir de esta supuesta casualidad, se procedió a lo que se conoce como pavonado “a la antigua”: Se moja la superficie limpia de grasa con algún ácido que produce una capa de óxido, al día siguiente se quita el polvillo rojizo con un cepillado enérgico y se vuelve a mojar de ácido, y así unos cuantos días. Al cabo de las repeticiones que la experiencia dicta como convenientes se le da a la pieza un buen hervor i bualá… Pavón negro y lustroso. 

 Pues aquí aprovechamos el óxido que el tiempo ha depositado que al hervirlo ennegrece el metal al tiempo que desprende el robín que se logra quitar con un pulido delicado para no producir rayones. 

 He leído que en caso de no posser medios para pulir mecánicamente, con lana de acero finísima y a mano, se consiguen resultados equivalentes, pero conste esto: lana muy muy fina. Yo no lo he probado.  

Comparativa de un antes y un después: